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Por: Dr. Eduardo Carreón Muñoz*

Hay decisiones que nadie ve, pero que cambian todo.
No son las grandes decisiones de discursos oficiales ni las que se anuncian en redes sociales. Son las que tomamos en silencio, cuando nadie aplaude, pero algo dentro de nosotros nos dice: “Esto está bien. Esto me representa.

Esas decisiones nacen de un lugar muy profundo. No del miedo, ni del mandato, ni de la costumbre. Nacen de la conciencia. Y esa conciencia —que a veces parece frágil— es, en realidad, la fuerza más poderosa de cualquier sociedad que quiere vivir en paz.

A lo largo de mi vida he trabajado con personas valientes. Personas que visten uniforme, que están en aulas, en campos de refugiados, en salas de juntas, o en calles anónimas. Algunas defienden el país, otras defienden a sus hijos, otras a sus ideas. Y en todas he aprendido lo mismo: el verdadero valor no está en levantar la voz, sino en levantar la dignidad.

Porque es fácil tomar decisiones cuando todo es blanco o negro. Lo difícil es decidir en las zonas grises. Cuando la ley no es clara. Cuando la emoción se impone. Cuando hacer lo correcto puede costarte una oportunidad, una relación, o incluso el aplauso de los demás.

Y sin embargo, ahí es donde se prueba de qué estás hecho.

En los últimos años hemos hablado mucho sobre derechos humanos, ética, liderazgo. Pero esos temas no son exclusivos de abogados, militares o diplomáticos. Son temas cotidianos. Tienen que ver con cómo miras al otro, con cómo respondes al dolor ajeno, con qué eliges hacer con el poder —grande o pequeño— que tienes sobre los demás.

¿Qué haces cuando puedes callar una injusticia?
¿Qué haces cuando tienes que elegir entre cumplir una orden o proteger a alguien?
¿Qué haces cuando nadie te observa, pero sabes que tu decisión va a marcar una vida?

Educar no es solo enseñar a responder. Es enseñar a preguntarse desde el alma. Es formar personas que se miren por dentro antes de actuar. Personas que no solo sepan mucho, sino que se atrevan a sentir, a dudar, a sostener su humanidad incluso en los días difíciles.

Porque decidir humanamente no siempre será popular. No siempre será fácil. A veces será incómodo, solitario, incluso incomprendido. Pero es el tipo de decisión que sostiene al mundo sin que el mundo lo sepa.

Y esa es, para mí, la educación que importa. La que no se limita a conceptos, ni a diplomas, ni a presentaciones. La que forma seres humanos capaces de construir paz con cada acto pequeño, con cada palabra cuidadosa, con cada silencio que elige no dañar.

Hay quienes dicen que el mundo necesita más conocimiento. Yo digo que necesita más conciencia.
Hay quienes hablan de innovación. Yo hablo de compasión lúcida.
Hay quienes quieren formar líderes. Yo quiero formar personas que inspiren humanidad desde donde estén.

Porque no se trata de mandar. Se trata de tocar vidas. Y eso solo se logra cuando decides desde tu verdad, desde tus principios, y desde un compromiso que no depende de premios, sino de propósito.

“No importa lo que digan tus credenciales. Lo que de verdad cuenta es cómo tratas al que
no puede devolverte nada. Ahí, en ese gesto silencioso, se revela quién eres.”

Gracias Padre.

*Rector de Inteligencia Educa y CEVER Siglo XXI
Creador del Modelo Inteligencia Educa y del Método Neuroimpact System